Unidad 3: Los movimientos liberales y nacionales (1789-1871)
Art. 1: Los hombres nacen y permanecen libres e iguales en derechos. Las distinciones sociales sólo pueden fundarse en la utilidad común.
Art. 2: La finalidad de cualquier asociación política es la protección de los derechos naturales e imprescriptibles del Hombre. Tales derechos son la libertad, la propiedad, la seguridad y la resistencia a la opresión.
Art. 3: El principio de toda Soberanía reside esencialmente en la Nación. Ningún cuerpo ni ningún individuo pueden ejercer autoridad alguna que no emane expresamente de ella.
Art. 4: La libertad consiste en poder hacer todo lo que no perjudique a los demás. [...]
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Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano, proclamados por la Asamblea Nacional Francesa el 26 de agosto de 1789
1) La Revolución Francesa
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1.1) Causas y orígenes:
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Las ideas de la Ilustración no cayeron en saco roto. Los intelectuales franceses de finales del siglo XVIII se inspiraron en la división de poderes de Locke/Montesquieu, la doctrina de la soberanía nacional y del contrato social de Rousseau y la crítica al absolutismo y al fanatismo de Voltaire y las proclamas revolucionarias están plagadas de estas ideas.
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Por otro lado, Francia sigue teniendo una sociedad estamental, típica del Antiguo Régimen. Aún no se ha producido la industrialización y se trata de un país fundamentalmente rural (de 26 millones de habitantes, 24 vivían en el campo). La nobleza terrateniente ostentaba derechos señoriales y la Iglesia seguía cobrando diezmos. Otra gran parte de la nobleza se ha hecho cortesana, vive cerca del rey, al que adulan para conseguir favores.
La burguesía, por su parte, progresa económicamente, pero reclama su parcela de poder político, que las clases privilegiadas no están dispuestas a ceder. Esta burguesía, junto a artesanos y campesinos, forma el tercer estado, con muchas cargas y pocos derechos, que será el más genuinamente revolucionario.
El rey, Luis XVI, por su parte, vive una vida fastuosa, y no es consciente de que la sociedad francesa está en ebullición.
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Económicamente, Francia pasa serios apuros: la inflación es galopante, y los motines del pan no se hacen esperar. A los ministros del rey no se les ocurre otra cosa que intentar que la nobleza y el clero empiecen a pagar impuestos, por lo que estos estamentos son los primeros en rebelarse.
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En el plano político, Luis XVI es un monarca absoluto. El parlamento (llamado en Francia Estados Generales), aunque llegó a existir en el pasado, lleva más de ciento setenta años sin reunirse. Cualquier sugerencia a la división de poderes es considerado por la monarquía como un atentado a su derecho divino. Todos estos factores son el caldo de cultivo de la Francia revolucionaria.
Luis XVI, pintado por François-Antoine Callet
1.2 Estados Generales y Asamblea Nacional Constituyente (1789-1792)
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Curiosamente, la Revolución Francesa la comienzan los privilegiados: nobleza y clero no están dispuestos a pagar impuestos para salvar a Francia de la bancarrota y, en todo caso, piden que se celebren Estados Generales del Reino (es decir, que se reúna el parlamento) para discutir este asunto.
Luis XVI se muestra reacio, la última vez que se reunieron los Estados Generales fue en 1614. Sus antepasados reinaron con poder absoluto y nadie lo discutió, pero finalmente tiene que aceptar: el 5 de mayo de 1789 se reúnen los Estados Generales en el palacio de Versalles. Un problema que tuvieron que enfrentar los estamentos privilegiados es que, por ley, los Estados Generales tenían que incluir representantes de todos los estamentos, así que el tercer estado, los no privilegiados, una mezcla de burgueses, campesinos, artesanos y profesionales liberales, también estuvo presente.
El rey no quería que se discutiese más que el tema financiero, pero otros grupos, como el del tercer estado, pretendían ir más allá y exponer todo su descontento. Las peticiones de cada grupo quedaron recogidas en cientos de cahiers de doléances (cuadernos de quejas).
Hubo todo tipo de reivindicaciones: algunos campesinos pidieron la supresión total de impuestos, muchos nobles se aferraron a sus privilegios, aunque otros se unieron al tercer estado, renunciando a los suyos; burguesía y nobleza coincidían en que era necesaria una monarquía constitucional, pero diferían en el tema de los privilegios, etc.
La polémica más grande llegó cuando el rey y los privilegiados exigieron el voto por estamento (es decir, la nobleza tendría un voto, el clero otro y el tercer estado otro). Esto les daba una clara ventaja, porque si se unían nobleza y clero contra el tercer estado, siempre ganarían dos contra uno. El tercer estado, obviamente, se negó a esto y abandonó el palacio de Versalles el día 20 de junio. Se dirigieron entonces a una cancha de frontón (el Jeu de Paume) donde hicieron el solemne juramento de no dejar de luchar hasta que Francia tuviese una Constitución. El rey, a regañadientes, aceptó la presión del Tercer Estado y el 27 de junio los Estados Generales se convirtieron en Asamblea Nacional Constituyente.
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Los estamentos privilegiados y el rey quisieron contemporizar, pero estaban preparando una reacción contra lo que consideraban un atentado contra sus derechos consuetudinarios. Algunos líderes populares revolucionarios, como Camille Desmoulins, alertan al pueblo de las intenciones de los privilegiados y le animan a que coja las armas. El 14 de julio se produce el asalto a la prisión de la Bastilla, símbolo del absolutismo y depósito de armas y pólvora. Se empiezan a ver escarapelas con los colores azul y rojo, la bandera de París, a la que se añadirá el blanco, símbolo de la monarquía, pues el pueblo no deja de pensar que el rey ignora su miserable situación y que se pondrá de su lado cuando la conozca. La Fiesta Nacional Francesa se celebra, cada año, en esta misma fecha.
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Las revueltas antiseñoriales estallan por toda Francia, sobre todo en el campo, es la época del Grande Peur (El Gran Miedo), y en París, la Asamblea Nacional abole los privilegios y derechos señoriales y aprueba la Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano (26 de agosto de 1789), con la igualdad ante la ley como filosofía. El rey no tiene más remedio que dar su beneplácito a los revolucionarios.
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En septiembre de 1791, se aprueba una Constitución inspirada por las grandes ideas de la Ilustración que establece:
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la división de poderes (el rey tendría el poder ejecutivo y la Asamblea Nacional el legislativo)
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la soberanía nacional (Luis XVI ya no es "rey de Francia", sino "rey de los franceses")
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el sufragio censitario
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la educación universal y gratuita
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libertad de expresión
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libertad religiosa
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libertad económica
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derecho a la propiedad privada
Luis XVI, que tres meses antes había sido sorprendido tratando de huir de Francia en el curso de una conspiración orquestada por la alta nobleza y el emperador de Austria -hermano de María Antonieta-, firma esta constitución, pero su palabra está en entredicho.
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A finales de 1791, la burguesía liberal está contenta: han conseguido hacer de Francia una monarquía moderada constitucional, en la que se reconocen sus derechos y aspiraciones y son la nueva clase dominante, pero no todo es felicidad. El pueblo llano sigue sin poder participar en política, y además tiene que redimir de su bolsillo la abolición de derechos señoriales. Sienten que han sido engañados y traicionados. Los ánimos se calientan y las mentes se radicalizan.
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1.3) Radicalización y proclamación de la república (1792)
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Los países donde aún pervive el Antiguo Régimen, e incluso aquellos con gobiernos moderados, tienen miedo de que la revolución se extienda a sus países y forman una coalición liderada por Austria para enfrentarse a Francia. Comienzan así las Guerras de Coalición. La primera de estas coaliciones la forman: Austria, El Sacro Imperio Romano Germánico, Prusia, Inglaterra, España, Portugal, Nápoles, Cerdeña y las Provincias Unidas de los Países Bajos, y eran apoyados por los realistas franceses.
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Austria y Prusia hacen un intento de invadir Francia, y esta les declara la guerra el 20 de abril de 1792. Luis XVI, en secreto, conspira para que gane la coalición. La Asamblea Nacional propone formar un ejército de voluntarios para defender París, el rey se niega y es acusado de traidor por una buena parte de los diputados.
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La guerra no empieza bien para la Francia Revolucionaria, y pierden algunas batallas. El pueblo llano de París (sans-culottes) y algunos diputados de los partidos principales (girondinos y jacobinos) piensan que el rey está conspirado contra ellos y asaltan el Palacio de las Tullerías el 10 de agosto de 1792, donde arrestan a toda la familia real.
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En septiembre, se eligen por sufragio universal masculino nuevos miembros para la Asamblea Nacional, que cambia su nombre a Convención Nacional. Su primera acción es abolir la monarquía y proclamar la República. El rey sería guillotinado en enero del siguiente año.
Película Historia de una revolución. Click aquí para ir a la actividad
August Couder: Apertura de los Estados Generales, 1789
Jacques-Louis David: Juramento del juego de pelota, 1789
Jean-Pierre Houël: Toma de la Bastilla, 1789
Constitución francesa de 1791
Jean Baptiste Mauzaisse: Batalla de Fleurus, 1794. Una de las grandes victorias francesas en las Guerras de Coalición
Luis XVI, arrestado. Agosto de 1792
Septiembre de 1792: proclamación de la Primera República francesa
Textos sobre la primera etapa de la Revolución Francesa
1.4) La república de los girondinos (septiembre 1792-junio 1793)
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Los girondinos era un partido político formado por miembros de la alta burguesía comerciante. Querían establecer en Francia una república liberal moderada que garantizase ciertas libertades, lo cual sería muy beneficioso para sus negocios, pero rechazaban la igualdad social que reclamaban los sans-culottes y otros grupos del pueblo llano más radicales.
Como representantes de los sans-culottes y del pueblo llano más revolucionario se erigió otro partido: los jacobinos o montañeses, rival de los girondinos. Estos jacobinos no eran mayoría en la Convención Nacional, pero sí en las calles, donde organizaban tumultos y revueltas. Con su líder Maximilien Robespierre a la cabeza, presionaron para que el rey fuera ejecutado. Tras un rápido juicio lleno de discursos encendidos, Luis XVI fue guillotinado en enero de 1793.
La situación se complicaba: la ejecución del rey hizo que la Guerra de la Primera Coalición se recrudeciese, lo que obliga a organizar nuevas levas en masa. La población rural de la región de La Vendée, en la costa oeste, se rebela contra las levas y el hambre y acabará declarándose una guerra civil entre partidarios y detractores de la revolución. Mientras tanto, en París, los sans-culottes siguen reclamando la igualdad social a base de lucha callejera.
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1.5) La república de los jacobinos (junio 1793-julio 1794)
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En este ambiente de crispación, los jacobinos acusan a los girondinos de desoír las reivindicaciones populares y deponen el gobierno por la fuerza, ejecutando a los líderes girondinos. Los líderes jacobinos más relevantes son Robespierre, Marat y D'Anton.
Estos elaboran en 1793 una constitución (Constitución del año I) más progresista que la que había, en la que se recoge:
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Soberanía popular
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Sufragio universal masculino
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Derecho de rebelión ante la opresión
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Otras reformas jacobinas fueron:
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La ley del máximum (tope a los precios de productos de primera necesidad)
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Enseñanza gratuita y obligatoria
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Acceso de las clases populares a la oficialidad en el ejército
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A todas estas reformas se oponían los grupos de revolucionarios moderados, los conservadores y los monárquicos que aún quedaban. Los jacobinos decidieron imponer sus reformas de manera despótica, por la fuerza, y declararon el estado de guerra. Establecieron un nuevo gobierno llamado Comité de Salvación Pública y promulgaron la Ley de Sospechosos, que básicamente venía a decir que cualquiera que se opusiera al Comité de Salvación Pública jacobino sería arrestado. Esta época se conoce como El Terror, y miles de personas fueron guillotinadas.
En 1794 el ejército revolucionario francés consiguió vencer a la Coalición y las medidas anti-especulación consiguieron reflotar la economía, pero el Terror había ido demasiado lejos, todos los enemigos de los jacobinos se unieron y dieron un golpe de Estado en la Convención, donde se arrestó a Robespierre y a sus partidarios. El "Incorruptible" fue ejecutado en el verano de 1794.
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21 de enero de 1793: ejecución de Luis XVI
28 de julio de 1794: ejecución de Robespierre
1.6) El Directorio moderado y el 18 Brumario
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Tras la ejecución de Robespierre, la burguesía moderada volvió al poder y se ilegalizó el partido jacobino y a sus simpatizantes.
En 1795 aparece una nueva Constitución (Constitución del Año III), según la cual el poder ejecutivo recayó en un nuevo órgano: el Directorio, formado por cinco miembros. La Marsellesa, compuesta años antes durante la guerra contra Austria, se convierte en himno oficial de la República Francesa.
Con todo, el país sigue lleno de problemas: la crisis económica no consigue atajarse y el pueblo llano, los sans-culottes, continúan reclamando igualdad y el retorno de un gobierno jacobino. Por su parte, los absolutistas no han aceptado nunca la república, y proclaman que Francia sigue siendo una monarquía: asumen como rey al malogrado Luis XVII (hijo de Luis XVI) y después a su tío, Luis XVIII, que llegará a ser rey, pero no antes de 1814.
Sin embargo, las Guerras de Coalición continúan y Francia cosecha numerosos éxitos. Tanto es así, que la burguesía empieza a fijarse en un joven general corso que ha logrado fama en el campo de batalla: Napoleón Bonaparte. Apoyado por estas clases altas y por el ejército, que lo idolatra, da un golpe de estado el 18 Brumario (9 de noviembre de 1799) y se convierte en líder del país con el título de cónsul.
2) Napoleón
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2.1) Ascenso e imperio
Napoleón aprovecha su fama y promulga una nueva Constitución en 1799 (Constitución del Año VIII) en la que acumula los tres poderes y se nombra a sí mismo primer cónsul. Esta centralización del poder en su persona no acaba aquí: en 1802 se autodenomina cónsul vitalicio y en 1804, emperador, en cuya coronación participó el papa Pío VII.
Uno de los rasgos más llamativos de la personalidad de Napoleón reside en su carácter contradictorio: concentró todo el poder como si se tratase de un monarca absoluto, pero mantuvo las ideas revolucionarias que le parecían justas: igualdad ante la ley, fin de los privilegios de nobleza y clero, economía basada en el liberalismo, con una fuerte defensa de la propiedad privada. Todas estas ideas las recogió en el Código Civil de 1804, del cual se sintió siempre muy orgulloso, pues lo consideraba su obra cumbre, y que fue muy influyente en la elaboración de otros códigos civiles europeos durante el siglo XIX. En resumen, él mismo afirmó que "la Revolución ha terminado" pero mantuvo la idea de modernizar Francia bajo alguno de los principios de esta.
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2.2) A la conquista de Europa
Napoleón tenía tanta confianza en sus ideales y en su Código Civil que lo quiso exportar a toda Europa, eso sí, por la fuerza. Su proyecto era crear una especie de Imperio Romano (del cual era gran admirador, no hay más que ver el Arco del Triunfo de París) con centro en la capital francesa. En su momento álgido, hacia 1812, llegó a extender su imperio desde España hasta las puertas de Moscú.
Fueron precisamente las campañas de España y Rusia las que socavaron su poder. En España se libró una intensa guerra de guerrillas (1808-1814) que acabó con la renuncia de Napoleón, y en Rusia (1812) la táctica de las tierras quemadas y el invierno acabaron con más de la mitad de su ejército. En 1813, la Sexta Coalición (Gran Bretaña, Austria, Prusia, Rusia, Suecia y España) le vence en Leipzig y se ve obligado abdicar. Luis XVIII, hermano de Luis XVI, sube al trono y envía a Napoleón al destierro a la isla de Elba, cerca de la costa de Italia.
Luis XVIII quiso volver al absolutismo y gran parte de su pueblo y del ejército se le puso en contra. Esto fue aprovechado por Napoleón para reunir a un grupo de fieles y volver a Francia, donde fue acogido con júbilo por los oficiales del ejército. Bonaparte volvió a ser emperador de Francia, pero solo entre marzo y julio de 1815 ("El Imperio de los Cien Días") pues se formó una Séptima Coalición para luchar contra él (Gran Bretaña, Austria, Prusia, Rusia, Suecia, España, Países Bajos, y Hannover) y fue definitivamente derrotado en Waterloo (18 de junio de 1815). Napoleón volvió a ser desterrado, pero esta vez a la isla de Santa Elena, en mitad del Atlántico. Allí moriría en 1821.
Vídeo sobre la vida de Napoleón.
Haz click aquí para verlo.
Textos de Napoleón
Jacques-Louis David: La consagración de Napoleón, 1806
Jacques-Louis David: Napoleón cruzando
los Alpes.
Esta pieza fue compuesta en 1880 para conmemorar
la victoria rusa sobre el ejército napoleónico en 1812
3) La Europa de la Restauración
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3.1) La Europa de los Congresos
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Reino Unido, Prusia, Austria y Rusia han vencido a Napoleón en Waterloo, pero el miedo a las ideas revolucionarias permanece. Estos países están en contacto para evitar que el Antiguo Régimen se desmorone. Es cierto que en Inglaterra ya no existe, pero desde luego no quieren radicalismos como los ocurridos en Francia. Además, tienen problemas con los nacionalismos de escoceses e irlandeses, con lo que Jorge III, que ya había visto cómo muchos años antes se le independizaban las trece colonias norteamericanas, aspira a un liderazgo fuerte. A estos cuatro países se les une Francia, que ha retornado al Antiguo Régimen absolutista en la figura de Luis XVIII, hermano de Luis XVI.
Estos países se reúnen en el Congreso de Viena (1815) y deciden ayudarse mutuamente en caso de amenaza. Sus objetivos son:
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Volver a la situación anterior a 1789
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Solucionar conflictos dialogando, por eso celebran numerosos congresos (a esta época se la denomina también la Europa de los Congresos)
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Combatir a muerte al liberalismo y al nacionalismo. Por idea del zar Alejandro I, se crea una liga militar llamada Santa Alianza, con ejércitos de Rusia, Prusia y Austria.
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3.2) Liberalismo y nacionalismo
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El liberalismo nace de las revoluciones antiabsolutistas norteamericana y francesa, y reivindica los ideales ilustrados: soberanía nacional, monarquías constitucionales (poder del rey limitado) y libertades individuales (política, de expresión, de asociación, religiosa, económica, etc.) Por ser un movimiento antiabsolutista, se le consideraba entonces revolucionario.
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El nacionalismo proclama que hay que defender a la nación por encima de todo. Nace también de la revolución francesa y su defensa del territorio ante los intentos de invasión extranjera. Hay dos tipo de nacionalismo:
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Aglutinante: trata de incluir varios territorios con características comunes dentro de un solo país.
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Disgregador: trata de separarse de un país al que pertenece alegando características diferenciadoras.
En Europa hay varios pueblos que sienten uno de los dos tipos: los pueblos de lengua alemana o los de lengua italiana quieren unirse, respectivamente, en sendos países. Por otra parte, Grecia y otros pueblos balcánicos quieres separarse del Imperio Otomano; Bélgica, de los Países Bajos; Noruega, de Dinamarca. En el Imperio Austriaco conviven múltiples nacionalidades, lo mismo que en el ruso y en el otomano. En Hispanoamérica, muchos países se independizan de España, aprovechando que estaba envuelta en las Guerras de Coalición.
Ante esta situación tan agitada, el siglo XIX vendrá cargado de revoluciones.
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4) Oleadas revolucionarias de 1820, 1830 y 1848
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4.1) 1820:
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Las ideas ilustradas acerca de la libertad del individuo se engloban ahora bajo el paraguas del liberalismo. Esta doctrina bebe de numerosas fuentes (Bill of Rights, Constitución de Estados Unidos, Constituciones de la Revolución Francesa, Código Civil Napoleónico, Constitución Española de 1812, etc.) pero el denominador común es el ansia de libertad política, civil y económica.
La primera de estas revoluciones liberales tuvo su origen en España: el coronel Riego, miembro de un movimiento liberal secreto, se alza en 1820 contra el absolutismo de Fernando VII, a quien exige que jure la Constitución de 1812. El movimiento triunfa y el rey tiene que jurar la Constitución, pero tres años más tarde un ejército francés (los Cien Mil Hijos de San Luis) entra en España para derrotar a los rebeldes y devolver el país al absolutismo. Otras revoluciones se dieron en:
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Portugal, contra el absolutismo de Juan VI
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Nápoles y Piamonte, en donde jugaron un importante papel las sociedades secretas, como la de los Carbonarios, que contaban entre sus miembros con políticos, intelectuales y militares, y que mezclaban liberalismo con nacionalismo. Recordemos que Italia no estaba unificada entonces.
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Rusia: un grupo de militares con ideas liberales, los decembristas, piden un gobierno moderado cuando muere el zar Alejandro I, pero su sucesor, Nicolás I, gobernará también de forma absolutista.
En el ámbito de las revoluciones nacionalistas se da el único triunfo: el de Grecia. Este pueblo, invadido por el Imperio Otomano, cuenta con las simpatías de los firmantes del Congreso de Viena: el ser un pueblo cristiano sometido a un imperio musulmán propicia la ayuda rusa e inglesa. Tras diez años de guerra, Grecia consigue su independencia en 1830.
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4.2) 1830
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El liberalismo se hace fuerte y, paulatinamente, se forman partidos políticos con esta ideología. No obstante, no son partidos de masas en el sentido moderno, sino reuniones de notables. En esta nueva oleada, el sistema liberal se impondrá en España (muerte de Fernando VII en 1833), Francia y Portugal.
Por otra parte, en Bélgica estalla la revolución nacionalista y consiguen la independencia de Holanda. En Irlanda hay otra revolución nacionalista contra el dominio inglés, pero fracasa.
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El proceso revolucionario más importante fue el francés. Carlos X es un ferviente partidario del absolutismo, y, ante la presión de los liberales, decide recortar libertades. Con las ordenanzas de Saint-Cloud (julio de 1830) queda suprimida la libertad de prensa, y se excluye a la burguesía de las votaciones. Se produce un alzamiento popular y Carlos X es derrocado. Es el último Borbón que reinó en Francia. Los revolucionarios eligen como rey a Luis Felipe de Orleáns, un miembro de la nobleza ilustrada que había integrado el club de los jacobinos durante la Revolución de 1789. El hecho de haber ascendido al trono a través de una revuelta le hizo merecer el apodo de 'Roi citoyen' (rey ciudadano) o 'Roi des barricades' (rey de las barricadas) por parte de los monarcas absolutos europeos, que contemplaban con horror cómo Francia volvía a las andadas. Ese mismo año se promulga una constitución de carácter liberal, inspirada en la de 1791. Luis Felipe I será el último rey de Francia, si no contamos al emperador Napoleón III.
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4.3) 1848
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En esta tercera ola revolucionaria los ideales liberales se hallan cada vez más afianzados e incluso se pedirán reformas de carácter ampliamente democrático, como el sufragio universal masculino. Esta ola afecta a la mayoría de países europeos. Los nacionalismos también van a tener protagonismo.
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Revoluciones de carácter liberal:
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Francia: aunque Luis Felipe I era un rey liberal y constitucional, la crisis económica, financiera y política se cebó con él y con ciertos giros autoritarios en su gobierno. François Guizot, el jefe de gobierno, prohibió el derecho de reunión, por lo que la gente comenzó a celebrar banquetes públicos para poder reunirse y discutir sobre política. Cuando el gobierno prohibió también estos banquetes, los republicanos se alzaron y Luis Felipe I tuvo que abdicar, entonces se proclamó la república liberal, una de cuyas primeras medidas fue el sufragio universal masculino.
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Confederación Germánica: fue el estado que sustituyó al Sacro Imperio Romano Germánico tras su disolución durante las guerras napoleónicas. En el caso alemán, las reivindicaciones liberales se mezclan con las nacionalistas: el pueblo desea libertades civiles, pero también la unión de los distintos principados y regiones de habla alemana. El parlamento, reunido en Fráncfort, redactó una constitución que no fue aceptada por los príncipes, de raigambre absolutista. Este mismo parlamento planeó la creación de un Imperio Alemán con el rey de Prusia como emperador, pero este rechazó la corona ofrecida por el Parlamento, al considerar que solo otro rey podía ofrecerle la corona. Esto también es un rasgo de la personalidad absolutista de los monarcas.
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Austria: Se produjo una violenta revolución en Viena que propició la caída del canciller Klemens von Metternich, absolutista y antiliberal, y que fue el principal impulsor del Congreso de Viena. El nuevo emperador, Francisco José I, reprimirá duramente las revoluciones y firmará un buen número de sentencias de muerte. Al año siguiente, en 1849, promulga una constitución muy centralista y que asienta su poder, pero los brotes liberales y nacionalistas en las diferentes regiones del imperio sacudirán constantemente su reinado.
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Estados Italianos: en la región de Piamonte (norte de la Península Itálica) se van a dar reivindicaciones liberales por parte de la burguesía y la dinastía reinante, los Saboya, va a proclamar una constitución liberal. Pero las mayores convulsiones van a tener carácter nacionalista y se dan en dos vertientes: por un lado, las regiones del norte, bajo dominio austriaco, quieren sacudirse ese yugo, y, por otro, los pueblos de habla italiana comienzan un movimiento aglutinador.
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Revoluciones de carácter nacionalista:
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Imperio Austriaco: húngaros, checos e italianos del norte protagonizan movimientos independentistas.
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Estados alemanes: movimientos aglutinadores entre los diversos pueblos de habla alemana.
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Estados italianos: como ya se ha dicho, las regiones de habla italiana que pertenecían al Imperio Austriaco quieren independizarse, y, a la vez, hay movimientos aglutinadores entre los pueblos de habla italiana. El núcleo de acción es el reino de Piamonte.
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En principio, los ejércitos comunes de los países participantes en el Congreso de Viena van a ahogar todas estas revoluciones en sangre, pero se han conseguido algunas reformas y las ideas siguen vivas. El Antiguo Régimen tiene sus días contados, y alemanes e italianos están decididos a dar forma a sus respectivas naciones unificadas. Además, los movimientos obreros se organizan por fin. Es precisamente en 1848 cuando aparece publicado el Manifiesto Comunista, de Karl Marx y Friedrich Engels.
Hypolitte Lecompte: Intervención de los Cien Mil hijos de San Luis en España, 1823
Guerra de independencia griega, 1821-1830
Caricaturas satíricas de Luis Felipe I publicadas en
Francia en la década de 1830
5. Unificaciones de Italia y Alemania
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Italia y Alemania son dos países jóvenes: es a finales del siglo XIX cuando se configuran como naciones, en el sentido moderno de la palabra, y cuando adquieren unas fronteras similares a las actuales. Son dos ejemplos de nacionalismo aglutinador, aunque en el proceso también se hallaron envueltas la lucha entre liberales, moderados, absolutistas, etc. Estos movimientos de unificación son complejos, porque no se trata solo de hacer un país, sino de cómo hacerlo. De hecho, ambos procesos estuvieron marcados por la guerra.
5.1) Las bases del nacionalismo
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La identidad común se construye sobre una herencia común. Así, es necesario que, para poner en marcha un movimiento nacionalista, exista un discurso que haga hincapié en las características comunes de diferentes pueblos para encender el deseo unificador. Esta labor de preparar el discurso nacionalista corresponde a los intelectuales de la burguesía.
Las características comunes pueden ser muy variadas, pero siempre hay tres que están presentes:
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La lengua
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La religión
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La burguesía comercial, porque siempre es más fácil vender productos en países grandes y unidos.
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Pero un movimiento nacionalista, para poder consolidarse, necesita apoyo de una potencia exterior que pueda ver algún interés en el proceso. Fue el caso de la Francia de Napoleón III, que vio la posibilidad de romper el equilibrio europeo del Congreso de Viena ayudando a los brotes nacionalistas. Así pensaba que, al constituirse la nueva nación italiana con su ayuda, obtendría nuevos territorios en compensación.
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5.2) La unificación italiana (1848-1870)
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La herencia común de los diversos países de la Península Itálica eran la lengua italiana, el pasado glorioso del Imperio Romano y la religión católica. Por otra parte, regiones de habla italiana en el norte estaban ocupadas por Austria, por lo que el odio al invasor también actuó como acicate de este movimiento que popularmente se conocía como Il Risorgimento.
Al principio, se propusieron tres modelos de unificación:
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Republicano y democrático: con los activistas Giuseppe Mazzini, que dirigía la sociedad revolucionaria Giovine Italia y Giuseppe Garibaldi, revolucionario por vocación, proponían un país abiertamente democrático y con profundas reformas sociales.
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Neogüelfo: bajo la dirección del político y sacerdote Vicenzo Gioberti. Eran monárquicos y católicos y querían que Italia fuese una confederación de estados liderados por el Papa.
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Piamontés: basado en unificar Italia en torno al poderoso estado septentrional del Piamonte, bajo la monarquía moderada de los Saboya. Este modelo resultaría el triunfador, guiado por el rey Víctor Manuel II y el hábil parlamentario conde de Cavour.
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La unificación definitiva comienza en 1859, cuando, con apoyo de Napoleón III, se crea el reino de Italia tras arrebatar a los austriacos sus posesiones en el norte de la península, que se incorporan al Piamonte. También lo hará Nápoles desde el sur, que había sido conquistada por Garibaldi, quien lo cede al Piamonte convencido por Cavour. A cambio de la ayuda, Francia obtiene Niza y Saboya.
En 1866 se produce la anexión del Véneto, en poder austriaco, al Piamonte. En esta empresa, los italianos fueron ayudados por Prusia, que estaba entonces en guerra contra Austria. Por fin, en 1870, Roma es anexionada, con gran disgusto del Papa Pío IX, pues desaparecen los Estados Pontificios, e Italia es ya una nación unida de norte a sur bajo el rey Víctor Manuel II. Aún quedarán zonas en el norte (Trento, Trieste) bajo poder austriaco que los italianos siguen reclamando, es la Italia Irredenta, y será nuevo objetivo bélico en la primera guerra mundial.
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5.3) Unificación alemana (1864-1871)
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La herencia común es el idioma alemán, el longevo Sacro Imperio Romano Germánico (SIRG) y la Liga Hanseática, una federación comercial y militar que existió en la zona del Báltico en la edad media.
Francisco II, último emperador del SIRG, decidió suprimir el título imperial para que no fuera usurpado por Napoleón, de manera que el Imperio pasa a denominarse Confederación Germánica, con capital en Fráncfort y bajo control austriaco. En Fráncfort existía un parlamento que propuso unificar Alemania nombrando emperador a Federico Guillermo IV, a la sazón rey de Prusia, pero este rechazo tajantemente la corona ofrecida por el Parlamento, pues en su mentalidad no era posible que este nombrara o quitara reyes. A partir de aquí, hay dos modelos de unificación:
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Bajo control austriaco
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Bajo control prusiano, que será el que finalmente se imponga
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La unificación alemana tiene una diferencia fundamental con la italiana: mientras esta fue hecha de abajo arriba, por el pueblo en armas y nombrando al final a Víctor Manuel II como rey constitucional, aquella tiene carácter autoritario: es hecha desde el poder sin la participación del pueblo.
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En Prusia el canciller era Otto von Bismarck, inteligente estadista, quien maniobró muy hábilmente para que la unificación alemana se diera en torno a Prusia y dejar fuera a Austria.
En 1864, Bismarck declara la guerra a Dinamarca, pues al sur de este país existían dos ducados, Holstein y Schleswig, cuya población era mayormente de origen germánico y los quería incorporar a Prusia. Bismarck convenció a Austria para cooperar en esta guerra y repartirse al final los ducados, pero en 1866, derrotados los daneses, Bismarck no cumple lo pactado y se queda Schleswig y Holstein. Austria, humillada, prepara su venganza.
En 1866, comienza la guerra austro-prusiana. Bismarck ya contaba con esto y sabía que el ejército prusiano era superior al austriaco. La guerra fue muy breve (se la conoce también como la Guerra de las Siete Semanas), Prusia vence y se convierte en potencia dominante en Centroeuropa, mientras que Austria queda fuera de la futura unificación alemana.
Ahora, el taimado Bismarck contempla como en la zona de Baviera, al sur de Alemania, la influencia francesa es muy grande. Para evitar posibles injerencias de este país, planea la guerra contra Napoleón III, pero le falta una excusa. Para lograrla, no dudará en emplear artimañas subrepticias, como la manipulación de un telegrama del rey de Prusia, para lograr que Francia le declare la guerra y aparezca como el enemigo a batir. Entre 1870 y 1871 se desarrolla la guerra franco-prusiana, con victoria total de Prusia. Este país se anexiona las regiones francesas de Alsacia y Lorena y Napoleón III fue depuesto por sus súbditos, que proclamaron la república. Será el último monarca de Francia.
En 1871, Guillermo I de Prusia se proclama emperador (káiser) de Alemania unificada... en el palacio de Versalles. La humillación a Francia es total, y su enemistad con Alemania durará hasta el final de la Segunda Guerra Mundial, más de 70 años después.
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